Conservar la cultura material



POR LAURA BUCCELATO - Directora del MAMBA
 
La inclusión de una muestra dedicada al diseño industrial en un museo de arte es una buena excusa para reflexionar sobre las relaciones fluidas entre las distintas disciplinas artísticas o del diseño. En realidad, lo más probable es que hoy ya no existan tales divisiones, al menos desde que a Marcel Duchamp, el creador del arte conceptual, se le ocurrió redefinir un mingitorio. La verdad es que la obra artística no es necesariamente bella, como sabemos desde que el expresionismo rompió con el ideal de mostrar “belleza”; y la buena forma es también lo eficaz, lo que sirve para responder a una necesidad o transmitir un mensaje. Las fronteras entre lo que es arte y lo que no también son cuestionables desde hace siglos, cuando se hablaba en general de “artes y oficios”. Es interesante recordar que el arte precolombino era utilitario; o evocar a los grandes del Renacimiento, como Leonardo, que era a la vez ingeniero, pintor y escultor, o el de los arquitectos y artistas Francesco Borromini y Filippo Brunelleschi, por citar sólo a los más obvios.


Las piezas de diseño industrial hablan de una identidad y del paso del tiempo, porque el diseño acompaña a una época. Conservar la cultura material de una sociedad nos lleva a un terreno comparable con el de la arqueología: así como en los cacharros se puede entender el modo de vida de una civilización, también en nuestros objetos cotidianos podemos ver cómo se dio a través de las épocas la evolución de nuestras formas de vida. Por eso, encontrarse con estos objetos en un museo sirve para recordar que existe una tradición. Su utilidad no es sólo que el visitante se reconozca en el objeto que alguna vez utilizó o del que escuchó hablar, sino aprender que existen un anclaje del presente en el pasado y una evolución de nuestra sociedad.